El midrash es la manera como los sabios explican los textos bíblicos que son difíciles de entender. Uno de los más conocidos es el midrash Rabah, compuesto por 10 colecciones, una de las cuales es el midrash Eijá o Lamentaciones. El poema 24R de este midrash, basado en Jeremías 31:15, y que lo narra Rev Shmuel ben Nahman, parece estar escrito como el guion de una obra de teatro:
La escena: La corte celestial después de la destrucción del Templo. Los personajes, por orden de aparición: Abraham Avinu, los Ángeles, Dios, la Torá, Isaac, Jacob, Moisés y Rajel. La trama inicia cuando Abraham se presenta ante Dios, con sus vestiduras desgarradas y con ceniza en la cabeza, caminando por las ruinas del Templo, lamentándose y llorando. Abraham: “¿Por qué hemos sido tratados diferente que todos los demás pueblos, que hemos llegado a esta vergüenza y desprecio? Los Ángeles: “Rey del Universo, está roto el pacto hecho con el patriarca Abraham, a través del cual el hombre reconoce que Tú eres Dios, el Creador del cielo y la tierra. Tu has despreciado a Jerusalem y a Sion, a pesar de haberlos escogido. ¿Acaso has rechazado a Judá?” Dios: “¿Por qué estos cantos fúnebres?” Los Ángeles: “Por Abraham, Tu amigo que vino a Tu casa y se lamentó y lloró, ¿Por qué te es indiferente?” Dios: “Porque el día que él salió a su casa eterna, no llegó a Mi casa”. Abraham: “¿Por qué has exiliado a mis hijos y los entregaste a las naciones paganas que los han expuesto a todo tipo de muertes no naturales y has destruido el Templo, el lugar donde iba a sacrificar a mi hijo Isaac?” Dios: “Tus hijos han pecado y han violado toda la Torá y las veintidós letras que la componen”. Abraham: “¿Quién es el que atestigua que Israel ha transgredido Tu ley?” Dios: “Deja que venga la Torá y testifique en contra de Israel”. La Torá aparece. Abraham a la Torá: “¿Te acuerdas el día que Dios te quiso dar a muchas naciones y ninguna te quiso aceptar, hasta que mis hijos llegaron al Monte Sinai y te aceptaron y te honraron? ¿Y ahora vienes a atestiguar en su contra?” Cuando la Torá oyó esto, no dio testimonio en su contra. Abraham a Dios: Cuando tenía 137 años, ¿no me pediste que sacrificara a mi hijo Isaac? Isaac: “Cuando mi padre me llevó, ¿acaso no estuve dispuesto a dejarme atar y hasta estiré el cuello bajo el cuchillo?” Jacob: “¿Acaso no trabajé veinte años en casa de Labán, y cuando regresé, Esaú estaba dispuesto a matarme a mi y a mis hijos y yo arriesgué mi vida por ellos? Moisés: “¿No fui yo un fiel pastor de Israel por 40 años?, y corrí detrás de ellos como un caballo en el desierto. Pero al llegar mi hora de poder entrar a la Tierra de Israel, Tu decidiste que mis huesos quedaran dispersos en el desierto”. Moisés: “Tu escribiste en Tu Torá: “ya sea una vaca o una oveja, no matarás a ella y a su hijo el mismo día”, pues ellos han matado a muchas madres y a sus hijos el mismo día y Tú has permanecido en silencio. Todos a Dios: ¿Acaso no recuerdas todo esto a nuestro favor, para que te apiades de nuestros hijos?” Rajel: Dios, ¿recuerdas que Jacob me amaba, pero mi padre eligió darle a Lea en mi lugar? Yo tuve compasión de mi hermana y le enseñé las señales para que Jacob no se diera cuenta de que era ella. Incluso me acosté debajo de su cama, y cuando él le habló, yo respondí en su lugar. Si yo pude vencer mis celos para no avergonzar a mi hermana, ¿por qué eres Tú celoso de los dioses falsos que ni siquiera son reales? ¿Cómo puedes permitir que Tus celos causen que tus hijos sean asesinados y exiliados? Y Dios se conmovió con el argumento de Rajel y dijo: “Por ti, Rajel, restauraré la casa de Israel a su lugar. El exilio un día llegará a su fin.”
Por Marcos Gojman.
Bibliografía: Poema 24r del Midrash Eijá Rabah, basado en Jeremías 31:15.