233. Filón de Alejandría: ¿les enseñó a los griegos lo judío o a los judíos lo griego?

Alejandro Magno (356 – 323 AEC)​ fue el rey de Macedonia desde el año 336 AEC hasta su muerte. Durante su reinado, que duró sólo trece años, amplió su imperio hasta extenderlo a países tan distantes como la India y Egipto, incluyendo en él a la Tierra de Israel. Fundó la ciudad de Alejandría en el año 331 AEC, en una estratégica región portuaria del delta del Nilo. Sus conquistas no sólo cambiaron por completo la estructura política de la zona, sino que abrieron una época de extraordinario intercambio cultural, en la que la cultura griega se extendió por el Mediterráneo, el Medio Oriente y Asia Central. El griego se convirtió en la lengua del imperio.

A la muerte de Alejandro, sus generales se repartieron el imperio y Egipto le tocó a Ptolomeo. Con Ptolomeo, Alejandría se convirtió en el centro cultural del mundo antiguo. Él construyó el famoso “Templo para las Musas”, el “Museion”, de donde sale la palabra “museo”. Como parte del templo, estaba la Gran Biblioteca Real de Alejandría, que llegaría a ser la biblioteca más grande del mundo de esa época. Grandes estudiosos como Arquímedes, Euclides y Galeno, se establecieron en la ciudad y en algún momento hubo 14,000 estudiantes entre sus pobladores.

La Biblia habla de que los judíos se empezaron a asentar en Egipto después de la toma de Jerusalem por Nabucodonosor (586 AEC) y del asesinato de Guedaliah (Reyes 2, 25-26). Años después, inmigrantes judíos se establecieron en Alejandría en la época de los Ptolomeos, atraídos por la tolerancia religiosa y la intensa vida cultural. En sus libros, Flavio Josefo narra que Ptolomeo, después de conquistar Judea, se llevó 120,000 prisioneros judíos a Egipto. Muchos otros judíos los siguieron, ya que en Alejandría los judíos gozaban de todos los derechos civiles, como cualquier ciudadano griego, pero se mantenían como una comunidad política independiente y autónoma. Los historiadores hablan de que 40% de la población de Alejandría era judía.

Fue en esa época que el judaísmo helénico empezó su desarrollo. Una de las principales aportaciones culturales de los judíos de Alejandría fue la “Septuaginta”, la primera traducción al griego de la Biblia, hecha por encargo de Ptolomeo II, quien comisionó a 72 sabios que dominaban ambas lenguas, el hebreo y el griego, a hacer la traducción. La leyenda dice que Ptolomeo colocó a los 72 sabios en cuartos separados y a cada uno les dijo: «Escribe para mí la Torá de Moshé, tu maestro». La leyenda cuenta que todas las traducciones salieron idénticas. Con la Septuaginta, los judíos de Alejandría, que sólo hablaban griego, tuvieron acceso a las fuentes judías.

Pero estos judíos helénicos, que habían sido educados en la cultura griega, interpretaban la Biblia de manera diferente. Algunos de ellos, entre los que destacó Filón, explicaban las Sagradas Escrituras a través del cristal de la filosofía clásica griega: los preceptos de la Torá había que entenderlos usando la lógica y la razón y tenían que ser verdades universales e inmutables. Ya no era suficiente decir que los mandamientos judíos tenían validez sólo porque habían sido ordenados por Dios. Y Filón, a través de simbolismos y alegorías, de alguna forma demostró que las leyes de la Torá cumplían con la manera de pensar griega. En el fondo, él buscaba enseñarles a los griegos los valores del judaísmo y acabó enseñándole a los judíos los valores griegos.

Por Marcos Gojman.

Bibliografía: Jewish Encyclopedia, Encyclopaedia Judaica, conferencia de Christine Hayes

y otras fuentes.

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