Todos conocemos el cuento que se relata en los primeros capítulos del Génesis, donde Dios, después de haber terminado La Creación, les dice a Adán y Eva que pueden comer de cualquier árbol menos del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Luego viene la escena de la serpiente, Eva come de la fruta prohibida y le da a Adán, se dan cuenta de que estaban desnudos y les da pena, Dios los cuestiona y los castiga expulsándolos del Paraíso, no vaya a ser que además coman del Árbol de la Vida y se vuelvan inmortales.
Comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal le dio al hombre la capacidad de tomar decisiones éticas o morales y por lo tanto el poder actuar bien o actuar mal. Después de comer la manzana, la relación del hombre con Dios cambió totalmente. En el Paraíso el hombre era indiferente a la cuestión moral, en el Paraíso no existía la posibilidad de escoger entre el bien y el mal. Fuera del Paraíso el hombre se convirtió en un ser que podía escoger, que podía decidir. Y ese decidir estaba influido por el Yetzer Hara, el impulso a la maldad y el Yetzer Hatov, el impulso a la bondad. Y Dios nos ayuda a escoger a éste último, a través de las Mitzvoth. Cumplirlas es el camino que El quisiera que tomáramos.
Decir que conoces todo lo bueno y todo lo malo de algo, quiere decir que lo conoces completamente. Haber comido del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, nos cambió también en un sentido intelectual. El hombre desde ese momento, tiene la necesidad de conocer, de comprender todo de todo. Queremos entender la Creación Divina y también crear por nuestra cuenta. La manzana nos hizo querer imitar a Dios.
También la manzana despertó nuestra sexualidad. Era parte del plan divino. Si Adán y Eva se hubieran quedado en el Paraíso, en algún momento hubieran comido del Árbol de la Vida y hubieran sido inmortales. Al ser expulsados y siendo mortales, la única manera de perpetuar la especie era la procreación.
Los estudiosos se preguntan: ¿Realmente Dios hubiera querido que Adán y Eva se quedaran en el Paraíso? ¿Qué quería Dios del hombre: que fuera completamente obediente o potencialmente retador? ¿Que fuera un autómata moral o un espíritu libre? El hombre finalmente, al ser expulsado del Paraíso, fue condenado a nada más y a nada menos, que a convertirse en un ser humano. Y todo por una manzana.
Preparado por Marcos Gojman.
Bibliografía: “The Torah, a Modern Commentary”, editado por W. Gunther Plaut.