Durante el sitio romano de Jerusalem, (siglo I EC) un viejo maestro, Yojanan ben Zakai, logró escabullirse y con el permiso del ejército invasor, estableció una academia de estudio en Yavneh, en la costa mediterránea cerca de Jaffa. En esa época, el pueblo judío estaba dividido. Por un lado estaban los saduceos, mayoritariamente sacerdotes, los cuales solo reconocían a la Torah escrita, especialmente el servicio en el Templo, los sacrificios y el liderazgo de los cohanim. Un segundo grupo eran los fariseos, herederos de una tradición más amplia, quienes habían expandido, interpretado y aplicado la Torah Escrita en lo que llamaban la Torah Oral. Sus seguidores eran hombres expertos en la ley y en su interpretación. Un tercer grupo eran los esenios, quienes también rechazaban la jerarquía sacerdotal y vivan en comunas rurales dedicados a trabajos manuales y a una estricta disciplina religiosa. Un cuarto grupo eran los zelotas, revolucionarios afines tanto a los fariseos como a los esenios y quienes buscaban liberar a Israel del yugo romano. Un quinto grupo eran los nazarenos, judíos que por un lado asistían al Templo y observaban las mitzvoth, pero por otro lado pensaban que Jesús era el mesías.
La guerra con Roma destruyó a los zelotas, redujo totalmente la influencia de los saduceos, desintegró a los esenios y los cristianos dejaron de ser una secta dentro del judaísmo y se convirtieron en un movimiento externo formado por no judíos. Fueron los fariseos, con sus sinagogas y casas de estudio los únicos que sobrevivieron de esa hecatombe.
El mérito de la escuela de Yavneh fue que logró demostrar que el Judaísmo no dependía para existir ni del Templo, ahora destruido, ni de los sacrificios, sino de una vida religiosa interior llena de espiritualidad y buenas acciones. Los maestros de Yavneh crearon una nueva forma de practicar el Judaísmo sin sacrificios, sin sacerdotes y sin el Templo. Se dedicaron a recopilar las enseñanzas de sus predecesores, como las de Hillel y Shamai. Por cierto, es interesante notar que se inclinaban más por el estilo más flexible y menos literal de los discípulos de Hillel que por la rigidez de Shamai. El título de “Rabi”, que quiere decir “mi maestro”, se empezó a usar para distinguir a aquel sabio reconocido por sus colegas. Se les confería el título con un certificado llamado Semijah, lo que les daba autoridad para enseñar y decidir en asuntos legales.
En esa época, el Sanhedrín, la asamblea máxima del pueblo judío, se conformaba por rabinos que provenían de los más diversos caminos de la vida y que dependían de un oficio u ocupación para generar un ingreso propio para poder vivir. Su liderazgo religioso se lo debían a su pericia y sabiduría en la interpretación de la Torah, lo que atraía a seguidores que se convertían en sus discípulos. Los herederos de los fariseos llevaron la religión por el camino de la responsabilidad ética personal y la obediencia a los mandamientos de la Torah. Fueron los fundadores del Judaísmo Rabínico y sentaron las bases de lo que hoy tenemos. Y todo empezó en Yavneh.
Preparado por Marcos Gojman.
Bibliografía: “The Jewish People” de David J. Goldberg y John D. Rayner.