En Devarim 30:19 Dios dijo: “Llamo a los cielos y a la tierra como testigos hoy contra ustedes: que he puesto delante de ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”
Los rabinos tienden a afirmar que el hombre es libre en sus decisiones, pero sin negar que existe una presencia divina. Rabi Akiba dijo en Pirkei Avoth: “todo está previsto, pero la libertad de escoger está dada. Rashi comenta: todo lo que le sucede al hombre está en las manos de Dios, por ejemplo, si es alto o chaparro, rico o pobre, inteligente o no, blanco o negro, pero el que sea una buena o una mala persona no está en las manos de Dios, porque esto se lo ha confiado a las manos del hombre y le ha puesto delante de él dos caminos, para que escoja el camino del temor de Dios.”
Maimonides en Mishneh Torah escribe: “A cada ser humano se le ha dado la libertad de escoger. Si él desea inclinarse hacia el buen camino y ser alguien virtuoso, él es libre de hacerlo y si el desea inclinarse hacia el mal camino y ser un malvado, también tiene la libertad de hacerlo….Cada individuo es capaz de ser virtuoso como Moisés o malvado como Jeroboam… y no hay poder que lo pueda obligar, que lo pueda decretar o que lo pueda jalar hacia un camino o el otro; él mismo, por su propia voluntad, escogerá el camino que desea…..Y este es un principio básico y una premisa fundamental de la Torah y sus mandamientos”.
Un testimonio impresionante de la afirmación del Judaísmo de lo real que es el libre albedrio, la libertad de poder escoger, es lo que escribe Victor Frankl, sicólogo y sobreviviente del Holocausto: “Las experiencias en el campo de concentración demuestran que el hombre siempre puede escoger qué camino tomar. Hubo muchos ejemplos, algunos de ellos de naturaleza heroica, que probaron que se puede vencer la apatía, que se puede suprimir la irritabilidad. El hombre puede preservar un vestigio de libertad espiritual, de independencia de pensamiento, aun en esas condiciones tan terribles de estrés físico y psíquico. Nosotros los que vivimos en campos de concentración podemos recordar a aquellos hombres que caminaban entre las barracas reconfortando a otros, dándoles su último pedazo de pan. Podrían haber sido unos cuantos, pero eran prueba suficiente de que se le puede quitar casi todo a una persona menos una cosa: la última de las libertades del hombre, el poder escoger que actitud tomar en unas circunstancias dadas, el poder escoger nuestro propio camino”.
Preparado por Marcos Gojman.
Bibliografía: The Jewish People, their history and their religión, de David J. Goldberg y John D. Rayner.