Está escrito en el Talmud, en Menahot 29b: “Rav Judah dijo en nombre de Rab: En el momento en que Moisés ascendió al cielo, se encontró al Kadosh Barujhu (Dios) sentado y poniéndole coronas a las letras (de la Torá). Y le dijo: Maestro del mundo, ¿qué detiene tu mano? Y Dios le contestó: Habrá un hombre que vendrá al final de varias generaciones con el nombre de Akiva ben Yosef quien investigará cada punto y cada forma de las letras (de la Torá) y sacará montañas y montañas de leyes (halajot). Moisés le dijo a Dios: “Maestro del mundo, enséñamelo” y Dios le dijo: Date vuelta. Y Moisés fue y se sentó en la octava fila (de la academia de Akiva) y no podía entender lo que se hablaba. Su fuerza desfalleció. Cuando llegaron a un determinado punto, los estudiantes le dijeron: Rabi (Akiva), como sabes esto? Él les contestó: es la ley de Moisés de Sinai. Esto calmó su mente. Moisés regreso con Dios y le dijo: Con un hombre como él y me escogiste a mí para darnos la Torá? Dios le contestó. Silencio, Así fue como lo pensé.”
Esta es la base del desarrollo de la tradición oral del Judaísmo. Cuando Moisés le preguntó a Dios porque seguía trabajando en Su Torá, Dios le contestó que Rabi Akiva, uno de los líderes de la tradición del siglo II iba a descifrar esos adornos y y descubrir nuevas leyes e interpretaciones en ellos. Esta explicación despierta la curiosidad de Moisés y es transportado doce siglos adelante a la academia de Akiva.
Moisés está confundido por no estar familiarizado con la ley rabínica, mejor dicho, con la interpretación rabínica de la Ley de Moisés y su intranquilidad lo hace sentirse extraño al mismo Judaísmo que él fundó. Su mente se tranquiliza cuando aprende que los rabinos le atribuyen a él el origen de sus leyes. Aunque esto lo reconforta, da la impresión de que no acaba de comprender como es que esto funciona.
Esta leyenda es una obra maestra dentro del mundo de la explicación rabínica de cómo pueden innovarse nuestras leyes y tradiciones sin violar lo escrito en la Torá. Los rabinos hicieron suficientemente elástica la creencia en el origen divino de la Torá para poder innovar pero a la vez suficientemente rígida para prohibir salidas radicales del texto original. Afirmaban, paradójicamente, que no estaban introduciendo nada nuevo, pues sus leyes eran inherentes a la Torá Oral, mientras que al mismo tiempo aceptaban que su sistema de interpretación sería difícil de entender, inclusive para alguien como Moisés mismo.
Preparado por Marcos Gojman.
Bibliografía: “What do Jews Believe? de David S. Ariel.