38 Mejor lo comento con Abraham.

Hay historias en la Torá que nos ponen a pensar que Dios por sí sólo no puede perfeccionar al mundo. El concepto de un Jardín del Edén, el incidente entre Caín y Abel, el Diluvio o la historia de la Torre de Babel, son ejemplos de que faltaba algo. Y eso que faltaba era el Pacto que Dios hizo con Abraham. Dios le pide a Abraham que sea una fuente de bendición para todos los pueblos. Dios le dijo: “Que todas las naciones del mundo sean bendecidas por ti” (Breishit  12:3).

El pacto con Abraham significa que Dios necesita del hombre tanto como el hombre necesita de Dios. Cuando Dios está a punto de destruir a Sodoma, El dice: “¿Puedo esconderle a Abraham lo que ahora voy a hacer?” (Breishit 18:17). ¿Por qué lo pregunta? ¿Tiene Dios que consultar al hombre? Dios no pregunta, Dios da órdenes. Dios le ordenó a Noé construir el Arca y no le preguntó si estaba de acuerdo con su decisión de destruir al mundo. Pero ahora parece que Dios dice: “No puedo actuar de manera unilateral, debo por lo menos comentárselo a Abraham.” Rashi lo explica diciendo  que antes de Abraham, Dios era el Dios del cielo, pero después de Abraham, Dios es el Dios de la tierra.

El pasaje en Breishit 18, donde Abraham discute con Dios el destino de Sodoma, es uno de los pasajes más bellos e ilustrativos que nos presenta la Torá: “¿Y si hay 50 justos en Sodoma? Le interpela Abraham. ¿Acaso El Juez máximo de la Tierra, va  a actuar de manera injusta? Y Abraham no estaba citando una fuente externa para apoyar su argumento. Las palabras de Abraham salían de su propia intuición moral que le decía que sería injusto destruir una ciudad si gente justa vivía en ella. Inclusive le pedía salvar a toda la ciudad si alguna gente recta vivía entre ellos.

Dios podría haberle contestado: “Tus caminos no son Mis Caminos y tus pensamientos no son Mis Pensamientos”, haberle dicho a Abraham que la ética del hombre no se puede usar para juzgar a Dios y haber terminado con eso la discusión. Pero no lo hizo. Dios acepta al hombre en su propio contexto moral. Ser un socio en el Pacto implicaba aportar nuestra completa humanidad a esa relación con el Creador.

Pero el regateo continuó: cuarenta, treinta, veinte, hasta llegar a diez  justos. ¿Por qué dejó Dios a Abraham seguir interpelándolo? Pareciera que Dios no solamente no estaba molesto por los argumentos de Abraham, sino todo lo contrario. Dios parece decirnos que le encanta tener un socio en el Pacto que se sienta suficientemente digno al grado de atreverse a criticar Sus propias acciones. Dios ya no buscaba imponer su voluntad simplemente. Por eso lo comentó con Abraham.

Preparado por Marcos Gojman.

Bibliografía: A Covenant for Love  del Rabino David Hartman, parte del libro Jews and Judaism in the 21st. Century, editado por el Rabino Edward Feinstein.

 

 

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