Desde un punto de vista estrictamente histórico, el Talmud nunca se concluyó, nunca se declaró oficialmente terminado, sin la necesidad de comentarios adicionales. La Biblia, comparativamente, pasó por diferentes etapas de recopilación y redacción, pero eventualmente se completó y se declaró, categóricamente, que no se le podía añadir nada. Lo mismo fue verdad con la Mishnah en su época. Pero aunque hay una determinada edición del Talmud que se le considera como definitiva, el hecho de que había llegado a su terminación nunca fue anunciado de forma pública y oficial y que, por consiguiente, una nueva era iba a comenzar.
La edición final del Talmud puede compararse a las etapas de maduración de un organismo vivo: como un árbol, el Talmud ha llegado a tener una cierta forma, la cual es muy poco probable que cambie sustancialmente, aunque continúa siendo un ser vivo, que crece y se prolifera. Aunque el organismo ha tomado su forma final, todavía produce nuevos brotes que extraen su sustento de las raíces y por eso continúa creciendo. Este hecho es más importante para nuestra manera de acercarnos al Talmud que para su propia historia. El principio de que el Talmud no está terminado, mantiene un reto constante a continuar con el trabajo creativo. Le corresponde a cada estudioso el añadir algo al Talmud y el de contribuir a la obra, a sabiendas de que nunca va ser finalmente completada.
El Talmud fue editado por Rev Ashi, pero no por eso es su obra, sino que es el esfuerzo colectivo de todo el pueblo judío. Así como no tiene un solo protagonista, ninguna figura central que resuma todos los temas y las discusiones, así ha continuado a través de los siglos en un proceso creativo continuo.
De cierta manera, esto es el origen de la dificultad y de lo fascinante que implica su estudio. Requiere del estudiante la habilidad de identificarse con él, pero sin insistir en una fe ciega. Hay pocas obras sagradas que no demandan del estudiante el aceptar ciertos principios. Pero en el caso del Talmud, el estudioso no está obligado a aceptar todos los argumentos y le es permitido el preguntar o apelar algún punto. Es más, está obligado a hacerlo.
Uno de los grandes comentaristas talmúdicos, el Maharsha, usualmente terminaba sus comentarios con la palabra “vedok”, continúen examinando el asunto. Este exhorto es una aceptación explicita que no se ha agotado el tema y que todavía hay lugar para adiciones y nuevos argumentos a las viejas preguntas. De cierta forma, todo el Talmud se completa con este “vedok”, este mandato de continuar con la búsqueda, de preguntar, de ver nuevas facetas a problemas antiguos. Por eso, es nuestra obligación el seguir examinado el asunto.
Preparado por Marcos Gojman.
Bibliografía: The Essential Talmud, del rabino Adin Steinzaltz