Después de un largo peregrinar, finalmente en el año 1168 Maimónides se estableció en Fustat, ciudad vecina de El Cairo. A los judíos les iba bien en Egipto, vivían en paz con sus vecinos musulmanes y pertenecían a lo que hoy llamaríamos la clase media. Vivían en los alrededores de las sinagogas, en vecindarios predominantemente judíos.
Las familias judías vivían igual que las musulmanas: usaban ropas similares, compraban en las mismas tiendas y fuera de las restricciones dietéticas que cada grupo tenía, comían prácticamente lo mismo que sus vecinos. Una diferencia era el talit, que los judíos portaban todo el tiempo.
En Fustat, Maimónides empezó a interesarse en los asuntos religiosos de las 7,000 familias que vivían ahí y en El Cairo. Le preocupaba especialmente las diferencias en prácticas religiosas entre los descendientes de los judíos babilónicos y los judíos originarios de la tierra de Israel. Las más importantes tenían que ver con el orden en los rezos y con el ciclo de lectura de la Torá que para unos se completaba en un año y para otros en tres. Trató de mediar para unificar las prácticas religiosas, pero no pudo. La división estaba muy arraigada y cada grupo rezaba en su sinagoga.
También se preocupaba por los judíos capturados en las guerras emprendidas por las fuerzas del reino cristiano de Jerusalem, además de los secuestrados por piratas. Apelando de manera personal, formando comités o escribiendo cartas, juntaba el dinero necesario para pagar el rescate y liberar a los cautivos. Lo podía hacer gracias a que su fama se había extendido por el mundo y le había ganado el reconocimiento, no sólo de los judíos, sino también de cristianos y árabes. Las autoridades se referían a él como “Rais al Yahud”, el líder de los judíos.
En esos años, la comunidad judía de Yemen, la segunda más antigua después de la de Jerusalem, le pidió su consejo para afrontar una situación que amenazaba su existencia misma. Los gobernantes shiitas que tomaron el poder en Yemen en 1172, les dieron a cristianos y judíos la opción de convertirse al Islam o morir. Muchos judíos se convirtieron, no sólo por la amenaza, sino también por su poco conocimiento del judaísmo. Creían que Mahoma había traído una nueva religión que sustituiría a la suya propia y por lo tanto no tenía caso resistirse. Maimónides les escribió una carta, conocida ahora como Iggeret Teman (Carta a Yemen) o Petaj Tikvah (Puerta de Esperanza) donde les extendía su mensaje de esperanza a todos aquellos que vivían oprimidos y donde declaraba su firme compromiso con la fe de Israel. Les aseguraba que la nación judía siempre sobrevive a cualquier intento de aniquilarla y que la opresión terminaría pronto. La carta fue distribuida por todo el país con efectos muy positivos. Los judíos yemenitas renovaron el vínculo entre Israel y Dios y esperaron pacientemente a que la promesa de Maimónides se cumpliera. En 1174 Turhan Shah, hermano de Saladin, entró a Yemen y tomó el control del gobierno, liberando a los judíos de su opresión. La promesa de Maimónides se había cumplido.
Preparado por Marcos Gojman.
Bibliografía: “Maimónides” de Sherwin B. Nuland.